viernes, 25 de noviembre de 2011

El último Tren de la Noche...

Simplemente me senté en el banco de siempre a esperar.
Pero no llegaba.
Empezaba a ponerme nerviosa.
Necesitaba verle aparecer. Con solo oírle me bastaba.
Pero no llegaba. 
Una mujer se apoyó en la pared, a unos tres metros de mí, frotándose la frente y mirando el suelo. Pude escuchar su respiración fuerte, y quise preguntarle si se encontraba bien, pero algo me frenó. Tenía que estar pendiente de si llegaba, no podía entretenerme con chorradas.
Solté un suspiro y me crucé de piernas, repiqueteando con los dedos en mi mejilla.
Miré el reloj. Dos minutos para las doce en punto.
La mujer se sentó junto a mí, gimiendo levemente, y yo me hice a un lado, para dejarle hueco en el banco. La observé de reojo, sudaba copiosamente y le temblaba el pulso.
Un silbido punzante llegó hasta mis oídos, agujereándome los tímpanos, sin embargo, me levanté, deseosa por verle aparecer. La mujer del banco se incorporó también, y se tambaleó hasta situarse junto a mí.
Su brazo se extendió hacia delante. Perdió el equilibrio y cayó al vacío.
No pude evitar gritar.
Todo se volvió rojo.
Acababa de llegar el último tren de la noche. 

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