“Pasé un verano con mi tía Denise. Tenía cuatro o cinco hijos, y yo tenía diez años... No. No, tenía nueve. Y la hija más pequeña, Lynnie... Estaba enamorada de mi... Tenía un juego en el que salía de la bañera toda empapada y saltaba sobre mí... Y me hacía cosquillas. Me hacía cosquillas y gritaba: ¡Ataque de la abuela! Porque sus dedos estaban todos arrugados... No podía hacer nada, no quería hacerla daño y era extraño. Un día llegó su madre y vio a su hija desnuda sobre mí... Y entonces le grito: ¡¡Lynnie vuelve a la bañera!! Me cogió de la mano y me llevó a la cocina. Encendió los fuegos, esperó a que se calentaran... Y me bajó los pantalones...”
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