jueves, 24 de noviembre de 2011

Estrella de mar

Adèle, al ver el rostro desfigurado de su madre, corrió espantada hacia la puerta de su casa y huyó hacia el interior del bosque en busca de su columpio.
Cuando se sentó sobre él, la madera chascó bajo su peso y la soga se destensó hasta dejar caer el tablón al suelo. La niña tardó unos segundos en reaccionar, y cuando se puso en pie tras el golpe, con los ojos bañados en lágrimas, pudo comprobar que se había desollado las rodillas, provocando que la sangre se escurriese por sus piernas ensuciando los preciosos zapatos blancos que llevaba puestos. Se pasó la yema de los dedos por las heridas, manchándose las manos. Se agachó sobre la tabla y con aquel suave líquido escribió sobre la madera lo único que sabía escribir:
Adèle. 
Empezó a alisarle la tela de su vestido con las manos, pero algo le hizo quedarse inmóvil: Una mariposa gris y naranja pasó por delante de sus ojos fugazmente, dejándola totalmente hipnotizada con su preciosa gama de colores.
Adèle sonrió y estiró los brazos para intentar atrapar el bello ejemplar, pero se le escapó entre los dedos con gran agilidad, así que la chica se vio obligada a dar un paso para continuar con su intento de alcanzarla, pero la mariposa volvió a escurrirse. Soltó una risita y comenzó a perseguirla por todo el bosque. Sin darse cuenta llegó hasta el lugar donde los árboles morían para dar paso a una gran extensión de tierra blanca bañada por el mar.
Perdiendo la pista de la mariposa, Adèle avanzó hacia la orilla y tras descalzarse, dejó que el agua mojase sus pies. Empezó a caminar tranquilamente sobre la tierra mojada, cerrando los ojos cada vez que el agua rozaba su piel, hasta que llegó a un lugar donde había miles de estrellitas de mar que habían sido arrastradas por la marea hasta tierra firme.
Empezó a cogerlas con delicadeza y a devolverlas de nuevo al mar, una tras otra…
-          - ¡Ay que tonta! No puedes salvarlas a todas, hay demasiadas – exclamó una voz masculina tras Adèle, que se giró sobresaltada.
-         - Yo… Ya lo sé, pero puedo… Salvar esta- y la lanzó al mar- Y esta, y esta, y esta…- rió, mientras se agachaba para recoger otras y las arrojaba al agua.
-         - ¿Cómo te llamas?-preguntó él, sonriendo.
-         -  Adèle, ¿y tú?...
....

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